Se abre septiembre, el mes de Santa Cruz. No llega con los aires festivos de otros años. Tampoco con los mejores augurios para la región y su gente. Hay razones que, en buena medida, han avinagrado el estado de ánimo de cruceños y cruceñas. Una de esas razones tiene que ver con los resultados desconcertantes y poco fiables del Censo de Población y Vivienda realizado en marzo pasado y que el Instituto Nacional de Estadística (INE) divulgó últimamente.

Los datos entregados por el INE en ampulosa presentación, -montada como para masajear el ego de su locuaz Director,- contradicen sus propias proyecciones causando sorpresa y rechazo en el país. Hace dos años, esas proyecciones aseguraban que Bolivia llegaría a tener en 2024 más de 12 millones de habitantes, pero el reciente conteo poblacional reveló una cifra por debajo de las estimaciones oficiales con 11,3 millones. Por similar razón, tampoco convence el cómputo censal en Santa Cruz, aunque pasó a convertirse en el departamento más poblado con 3,1 millones de personas en su territorio.

Ante el rechazo y la exigencia de una auditoría a los resultados del Censo, el presidente Arce no disimuló su enfado y calificó de ‘política y demagógica’ la andanada de críticas y demandas de diferentes actores y sectores nacionales. Una reacción causada, fundamentalmente, por el poco crédito del Gobierno y la creciente desconfianza ciudadana en sus acciones. Tal la resultante del desgaste y de las recurrentes ‘metidas de pata’ del masismo en el largo y omnímodo ejercicio del poder.

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