Las personas, por lo general, llevan sus teléfonos celulares a todas partes. Y no es sólo que lo traigan con ellas en sus bolsillos o bolsos, sino que lo están revisando permanentemente por si hay un mensaje, alguna publicación nueva en las redes sociales o porque quieren tomar fotos o grabar vídeos. Esto ocurre en diversas circunstancias −por ejemplo, los vemos encima de la mesa de un restorán, mientras se está en el cine o alzados en un concierto− y las salas de clase o los momentos de estudio no son la excepción. En este último contexto, más allá del sentido común que indica que mirar repetidamente la pantalla del aparato distrae a los estudiantes de poner atención en clases o los desconcentra de las materias que están intentando aprender o de los ejercicios que están realizando, los investigadores se han preguntado si es posible medir el efecto que tiene la presencia del teléfono en el desempeño que se logra frente a tareas que demandan el uso de recursos atencionales y cognitivos.

En un estudio relativamente reciente(1), los investigadores hicieron un experimento para comparar, en distintos grupos, cómo la presencia o ausencia del teléfono celular podía influir en la capacidad de los participantes de realizar tareas de demanda cognitiva. Los voluntarios fueron 520 estudiantes universitarios que fueron aleatoriamente divididos en tres grupos. Un grupo dejó su teléfono celular junto a todas sus pertenencias en una sala anexa a la cual iban a tener que realizar algunas tareas frente a un computador. Otro grupo pudo llevar consigo su teléfono a la sala donde tendrían que hacer las tareas frente al computador, pero se les pidió que lo dejaran en su bolsillo o bolso porque después lo iban a ocupar. A quienes conformaron el tercer grupo, les pidieron llevarlo también a la sala donde harían las tareas y que lo dejaran encima del escritorio, pero con la pantalla hacia abajo. Todos debían poner su teléfono en modo “no molestar”, es decir, sin sonido ni vibración. Las tareas que tuvieron que hacer estaban asociadas a resolución de problemas, atención y uso de memoria de corto plazo.

Por lejos, el grupo que dejó su teléfono en la otra habitación fue el de mejor desempeño −medido en memoria a corto plazo e inteligencia fluida−, seguido por el que tenía su celular consigo, pero guardado. El grupo con el más pobre desempeño fue el que tenía su teléfono encima de la mesa. Estos resultados indicaron que la sola presencia del dispositivo móvil impactó la capacidad cognitiva, incluso cuando no se lo estaba empleando y no se recibían notificaciones. A este fenómeno, los investigadores lo denominaron “fuga de cerebro”, para hacer referencia a cómo el teléfono, mientras más presente o accesible esté, produce un vaciamiento de capacidades cognitivas que estarían siendo demandadas, al menos, en tareas de tipo académicas.

Este tipo de hallazgos permiten orientar a cómo se puede evitar que el teléfono distraiga recursos cognitivos muy necesarios cuando se está en tareas asociadas a estudiar. Una alternativa es dejar fuera de alcance el dispositivo cuando se vaya a estudiar. Otra opción es instalar aplicaciones que bloquean lo no esencial del aparato por periodos de tiempo. Una tercera opción es poner el teléfono en “modo avión”, de manera que sea imposible navegar o recibir notificaciones. En resumen, mientras más distancia o barreras se ponen para acceder al aparato, menos recursos quitará en momentos clave donde el estar atentos, concentrados, memorizando cosas o resolviendo problemas, es la tarea principal que enfrentar.

  1. Ward et al. (2017). Brain drain: The mere presence of one’s own smartphone reduces available cognitive capacity. JACR, 2, 140-154. http://dx.doi.org/10.1086/691462

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